Tuesday, January 09, 2007

Historia acerca de la esencia del Sufismo

Bismil-lâhir Rahmânir RahîmEn el Nombre de Dios, Clemente, Misericordioso.

Hay una historia que, si es oida correctamente, es la escencia de Sufismo.

Uno de los califas de Hazrati Pir Muhammed Nureddin al Yerrahi (ks), el santo fundador de la Orden Yerrahi al Halveti, era un hombre llamado Moravi Yahya. El había estado mucho tiempo en Morea, donde abrió unas 40 tekkes, lugares de reunion de los derviches. A la edad de 110 años, regreso a Istanbul y comenzó a enseñar en una de las tekkes derviches.

Algunos de sus derviches conocían a un hombre llamado Haydar quien queria ser un derviche. Estos derviches le consultaron al sheikh si Haydar podia venir a la tekke. Finalmente, el sheikh dijo: “Permítanle venir por un tiempo y que se quede en una sala contigua, y si le gusta, déjenlo que continue asistiendo”.

Luego de varios meses, Haydar estaba nuevamente ansioso y pregunto si podía convertirse en un derviche del sheikh. Finalmente Sheikh Yahya Moravi dijo: “Traiganlo el proximo Jueves a la noche”.

El proceso de tomar mano con un sheikh es la iniciación dentro del Sufismo. Uno se sienta en sus rodillas, toma su mano y la transmision sucede. Uno se conecta, no solamente con ese sheikh, sino tambien con la entera cadena de sheikhs que va hacia atrás hasta el Profeta Muhammad (saws).

Cuando uno toma mano con el sheikh, también toma mano de la mano de la mano que sostiene la mano de Profeta Muhammad. Haydar deseaba tomar mano con el sheikh. En Jueves siguiente, sus amigos lo llevaron, y el sheikh le dijo a uno de sus murids: “Hagan que me traiga un vaso de agua”.

Sus derviches se lo llevaron a un lado, y le mostraron como sostener el vaso, como acercarse al sheikh, y como servirlo correctamente. El practico esto en el lugar donde se prepara el te hasta que sintió que estaba listo. Para llegar hasta el sheikh Haydar debía pasar por todo el cuarto donde habia cientos de personas.

Iba caminando cuidadosamente, sostiendo el vaso de agua con la palma de su mano. Despacio, iba abriéndose camino entre la multitud. Finalmente se acerco al sheikh. Se inclinó y estrechó su mano para servirle el agua al sheikh. Subitamente el sheikh, mientras hablaba, movió su mano y golpeó el vaso de agua. El agua voló por los aires. En ese momento, Haydar fue transportado al filo de un acantilado cercano a una ciudad que el jamas había visto.

Comenzó a caminar por el valle, hacia la ciudad. Cuando llegó a la ciudad, se dió cuenta de que estaba hambriento. Encontró un restaurant, entró y ordenó una comida. Cuando hubo finalizado, busco dinero entre sus bolsillos. En ese momento, el dueño del restaurant se le acercó y le preguntó: “Qué estás haciendo? Qué estás buscando?”. “Estoy buscando el dinero para pagar la comida”, dijo Haydar. “Oh, acá no se paga. En esta aldea, no se paga. Tu solo debes decir Bismillah ir-Rahman ir-Rahim”.

“Bismillah ir-Rahman ir-Rahim”, dijo Haydar, y se sintió sobresaliente. Entonces el agrego: “Este es un lugar maravilloso. No? Quiero decir que tu no tienes que pagar por la comida, solo dices Bismillah ir-Rahman ir-Rahim, y es facil”. Con esas palabras en sus labios, el decidio tomar una taza de café y luego otra. Cuando estaba por retirarse, el mozo le dijo: “Espera un momento! Con esta taza de café tu debes recitar un Fatiha”.

El Fatiha es el capítulo de apertura del Corán. Es muy corto. No muy difícil. Entonces Haydar dijo el Fatiha, continuo su camino, pensando y sintiendo que esta manera estaba muy bien... de hecho muy bien.

Mientras caminaba observó que sus ropas estaban rasgadas. Se dirigió hacia una tienda de ropa, entró, y se probo una par de ropas nuevas. El vendedor era muy atento y cortés. Cuando el estaba listo para pagar, el vendedor dijo: “No, No! En esta aldea no aceptamos nada de dinero. Estas ropas son tuyas. Tu solo debes recitar Sura Ya Sin”.

Sura Ya Sin es un capítulo muy largo. Haydar sintio que el precio era un poco mas elevado que el que pago por el café. Pero aun así era razonable. El recitó Sura Ya Sin. El cual es el Sura, o capítulo, que usualmente se recita cuando alguien muere.

El vendedor lo miró y le dijo: “Tu obviamente eres nuevo en la aldea”. Y Haydar respondio: “Si, lo soy. Llegué justamente ayer. No conozco los modos de esta aldea”. “Probablemente no tienes un lugar donde quedarte”. “No, no tengo”. El vendedor sonrio. “Tengo un pequeño cuarto en la parte alta del negocio, y tu eres bienvenido para usarlo”. Haydar le agradeció.

Esa noche, antes de retirarse, el vendedor le dijo a Haydar lo siguiente: “Ahora mira, lo único que debes hacer es cerrar la puerta antes de irte a dormir. Luego tomas esta vela, la enciendes, y la colocas en tu ventana. Las mujeres de la aldea saldran esta noche, y las velas iluminan el camino para que ellas tomen lo que necesiten”.

Haydar asi lo hizo. Y se mantuvo al lado de la ventana observando la procesion de mujeres.

Fuera de la multitud, el observó a una mujer. Y ella lo miro. Él se enamoro de ella inmediatamente. Aunque la cama era linda y confortable, él no pudo dormir. A la mañana siguiente, el vendedor lo vino a ver y pregunto: “Bien, como ha estado todo?”. Haydar sonrio: “Todo ha esta perfectamente bien. Hasta que...bien, vi a esta mujer, bien, y me enamore de ella. Cómo hago para encontrarla?”. “Eso es fácil. Esta noche toma estas dos velas. Coloca una en la ventana. Cuando veas a la mujer venir, toma la otra vela, e afuera, y se la acercas. Si ella la acepta de ti, entonces podrás arreglar un encuentro”.

Esa noche, el coloco una vela en la ventana y aguardo pacientemente que las mujeres de la aldea llegaran. Cuando lo hicieron, el buscó a su amada y corriendo bajo las escaleras con la segunda vela. Con su mano temblando y su corazon abierto se la acercó a ella. Y ella la aceptó.

Regresó a su cuarto sintiendo un gran éxtasis en su interior. Pero no sabía que debía hacer después. La mañana siguiente, el vendedor lo vino a ver y le preguntó: “Cómo te ha ido anoche?”. “No he podido caso dormir, pero ella aceptó la vela. Ahora que debo hacer?”. “Ten paciencia”.

De modo que esperó pacientemente. Tarde ese dia alguien golpea a su puerta. El escucha unas voces preguntando: “Eres tu Haydar?”. “Si”. “El juez de la aldea desea verte”. Él estaba asustado, pero tomó coraje y fue hacia el juzgado.

El juez se sento ante él y dijo: “Tengo entendido que tu deseas casarte con mi hija”. Haydar dijo: “Si. Mas aun, amaría el casarme con ella”. El juez dijo: “De acuerdo, ella te ha aceptado. Pero antes de que te cases, hay tres condiciones a las cuales debes adherir para que puedas vivir en esta aldea”. “Las tres condiciones son: Primero, no debes robar. Tu no puedes tomar nada de nadie que no te pertenezca. Segundo, tu no puedes mentir. Y tercero, no debes anhelar por ninguna otra mujer”.

Haydar lo penso un momento. Sonaban razonables las demandas. El iba a tomar por esposa a esta hermosa mujer, y el con gusto aceptó todas la condiciones.

Hubo una gran y alegre boda. El consiguió un buen empleo. Y todo marchó maravillosamente durante un largo tiempo. Entonces un día Haydar y su esposa fueron a un picnic en un valle cerca de los bosques. El regresó de una caminata comiendo una manzana que habia encontrado. “Dónde has conseguido esa manzana?”, preguntó abruptamente su esposa. “De algún lugar en el suelo”, dijo él. “Tu has robado esa manzana”, dijo ella. “Esa manzana pertenece a la persona dueña del lugar”. “Bien”, dijo él, “no estaba en un árbol. No la he arrancado de un arbol. Estaba solamente en el suelo”. “De ninguna manera”, dijo ella, “tu has tomado algo que no te pertenece. Tengo que dejarte”. Él dijo: “Mira, no he hecho nada. Sólo he cometido un error. No pense que iba a ser tan serio. Yo sólo...”. Ella tomo sus cosas y se fue.

Él se sintió con el corazón dolido. No sabía que hacer. Fue llevado ante el juez, quien le dijo: “Mira, esta es una gran falta. Nadie aquí roba nada. Tú no puedes tomar nada que no te pertenezca”. “Realmente he cometido una equivocación, por favor, perdóneme. No quiero perder a mi esposa”. El juez dijo: “Debido a que eres nuevo aquí, te perdonamos esta vez. Pero que no vuelva a suceder”.

Él se sintió alborozado de haber sido perdonado, y en consecuencia no habia tenido ningún castigo. Él regresó a su casa, y su esposa entro con él. Todo estaba en orden. Pasaron algunos años,y vivían muy felices. Entonces una mañana, alguien golpeo la puerta. Era muy temprano, y el aun estaba acostado. Su esposa abrió la puerta. Era un amigo que deseaba verlo, y ella fue al cuarto y dijo: “Tu amigo esta aquí, y desea verte”. El se dio media vuelta y dijo: “Dile que no estoy”. “Tú has mentido”, dijo ella, y sin decir nada mas, tomo sus pertenencias y se fue otra vez. Nuevamente el estaba perturbado.

Otra vez fue llevado ante el juez, quien le dijo: “Tu has pecado por segunda vez. Has ido en contra de las reglas de nuestra aldea por segunda vez. Este es un lugar donde no se acepta este tipo de conducta”. “Pero estaba cansado”, dijo Haydar. “Sólo me di media vuelta en la cama y le dije a ella que dijese que no estaba. Yo simplemente deseaba dormir una hora mas”. “Si, pero tu debes entender que eso fue una mentira”, dijo el juez. “En esta oportunidad, no podemos perdonarte tan fácilmente”. Haydar fue castigado, pero se le permitió permanecer en la aldea. Él fue advertido de que no podía cometer mas errores.

El tiempo pasó y ellos continuaron viviendo muy felices. Su esposa había regresado con él. Y lentamente fueron envejeciendo juntos. Muchos años habían pasado. Su esposa habia perdido mucha de su belleza juvenil, y ello lo había vuelto infeliz a él. Y él habia hecho un habito de caminar por el río. Ocasionalmente el miró a través de los árboles y vió a unas jovencitas bañándose en el río. Un día alguien lo vió. Le dijeron a su esposa y una vez mas ella lo dejo. Y una vez mas fue llevado ante el juez.

Esta vez el juez dijo: “Ahora tu has anhelado a alguien mas. Has fallado en reconocer la belleza de tu esposa. Tu has ido a buscar belleza femenina a otro lado. Tú has quebrantado los tres principios de como vivimos en esta aldea. Tú debes desaparecer. No hay mas perdón para ti”.
Fue llevado por dos fornidos hombres y arrastrado hasta la cima de la montaña...al mismo filo del acantilado donde muchos años antes el había llegado. Ambos lo tomaron cada uno de sus brazos y piernas y comenzaron a balancearlo adelante y atrás. Con un solo movimiento arrollador lo arrojaron fuera de la aldea. Así fue como lo dejaron ir y el sintiendose volando por el aire, hasta que por un momento se encontró asi mismo frente el sheikh, y el pudo ver el agua saliendo fuera del vaso.

El sheikh lo miro y dijo: “Cuan bueno puede ser un derviche cuando ni siquiera le puede servir bien a su sheikh un vaso de agua?”

Es una historia para reflexionar.

Un hadith nos relata que un hombre llego a la presencia del Profeta (saws) y pregunto: “O mi Profeta, dame un consejo que pueda servirme para el resto de mi vida”. El Profeta (saws) sacó y se agarró su lengua. El dijo: “Observa tu lengua. Esto será tu salvación y tu confort en este mundo”. Asi es como Allah ha colocado nuestras palabras en la boca que las ha aprisionado a través de filas de dientes, duros dientes que la mantienen cerrada. Y labios que sellan la boca. Las palabras no deben salir de tu boca tan rapidamente como a veces sucede.

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